General Charles de Gaulle
Walter Martínez
(Dossier) / Últimas Noticias (Venezuela)
- 23/06/02
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La Francia Profunda es en realidad
y pese a toda su tecnología de punta, un país verde.
Es cierto que, por esa misma tecnología, cada vez hay menos
hombres dedicados a las labores del campo.
DE GAULLE “Sin él no
hubiera habido,
incluso, un Mayo Francés”. |
Pero no es menos cierto que cada vez que el campo se enoja, las
consecuencias se sienten, se ven y se huelen en el corazón
de París. Siempre hay un ánimo de barricada en las
protestas populares de toda índole, y eso puede pasar por
soltar los cerdos al pie de la propia Torre Eiffel. Volar a Mach
2.4 en el Concorde, tomar champagne millesime, escuchar en los audífonos
algo del Impresionismo francés y disfrutar del perfume, la
elegancia y la sonrisa de una azafata que se parece al modelo de
Marianne, bien podría ser una síntesis del país.
¿Cómo se llegó a todo esto después
del descalabro de Vichy? La respuesta es Charles De Gaulle:
"¿Cómo se puede gobernar un país que tiene
más de 300 clases de quesos...?" Este 18 de junio se
cumplió un nuevo aniversario de su histórica proclama
de 1940 desde la BBC y para una Francia derrotada por el Tercer
Reich. Una Francia que se vio obligada a firmar la rendición
en el mismo vagón donde la Alemania de 1918 había
firmado la suya.
Una cierta idea de Francia.
Como un incipiente monarca, exiliado en las Islas Británicas,
condenado a muerte por su propio gobierno y masticado pero no tragado
(era realmente grande) por Churchill, y luego Eisenhower,
el joven y prometedor oficial sólo recibió como ayuda
el permiso de hablarle a su país, ocupado y capitulante,
desde Bush House. Su teoría sobre rescatar fuerzas y reagruparlas
en "el imperio" para lo que ya auguraba
acertadamente como un largo conflicto de escala mundial, había
sido incomprendida. Tampoco entendieron sus libros vanguardistas
sobre la guerra de movimientos y la utilización de una novedad
llamada tanques de guerra. Los alemanes sí le habían
leído y estudiado; mientras sus superiores gerontocráticos
se jugaban todo a la vieja estrategia de la guerra de posiciones
con la Línea Maginot.
Nada pudo detener a los "Panzer" ni
a los "Stukas"... El propio Saint
Exupery arriesgándose inútilmente sobre Arrás
para fotografiar un frente tan fluido que, cuando regresaba con
la información, ya no encontraba un Estado Mayor al que entregarla,
se sentía "como una copa de agua lanzada sobre
un bosque en llamas..." Poco a poco, escondiéndose
en el sótano, en la buhardilla o en un rincón del
granero, todo francés que se respetara como tal y tuviera
un receptor de radio, iba recogiendo los mensajes de "aquella
voz" que les hablaba de una Francia Libre, no rendida,
combatiendo en la resistencia.
Su nombre aparecería como grito de guerra escrito hasta
en los vagones de los trenes "rigurosamente vigilados".
Así lo recordaría Gilbert Becaud en"
Tu le Regretteras".
Era el poder del medioelectrónico bien usado. Era, novedosamente,
el medio de comunicación como teatro de operaciones alternativo.
La misma arma que le permitiría, ya en la era de los transistores,
llegar hasta cada soldado y suboficial en sus propias barracas,
en el doloroso momento de luchar hasta contra sus propios camaradas
de armas para solucionar el drama de Argel. Era el "Je
vous aie compris." desde el legendario balcón.
La misma actitud soberbia irreverente y desafiante del "Vive
leQuebec Libre..." Y siempre como respuesta, los francotiradores...
Era el mismo de "Esta vez casime afeitan",
cuando luego de 101 disparos contra su automóvil en uno de
los tantos atentados, el de Petit Clamart; se bajó tranquilamente
a tomar su helicóptero en Villacoublay y se fue a pasar un
fin de semana de campo en Colombey Les Deux Eglises. Allí
estaba en su Francia Profunda.
La Quinta Republica.
La Cuarta República sería una baja militar del putsch
de Argel.
Era necesario no sólo reconstruir a Francia sino recuperar
su orgullo, su posición ante el viejo imperio y su lugar
en el mundo. Olvidar el bombardeo británico a la flota gala
en Mersel Kebir, cerca de Orán; recordar el papel de sus
aviadores de la Francia Libre en la RAF, sus marinos, sus soldados;
hacer sentir una vez más el peso (enorme carga para Churchill
en sus Memorias) de la Cruz de Lorena que ellos pintaban en sus
"Spitfire"...
Tener un disuasivo nuclear propio, su Force de Frappe.
Expulsar de Francia a la OTAN y a los Estados Unidos con
todas sus bases y derechos de sobrevuelo. Cobrarle a los británicos
el haberle tenido relegado en Africa o haberle considerado durante
un tiempo casi un locutor de la BBC. El Día D, De Gaulle
fue dejado atrás en Inglaterra.
Mezcla de Juana de Arco y Asterix, retardar luego el ingreso británico
a la Comunidad Europea fue algo más que un golpe de estilo.
Pero sobre todo había que recomponer aquella Francia que
antes marchaba cantando a la guerra y en la que cada soldado, como
lo decía Ives Montand, llevaba en su mochila un bastón
de Mariscal.
Es cierto que luego logró forzar la entrada "en
primer lugar", como él mismo, de los tanques
de Leclerc a una Paris en proceso de liberación. Pero no
es menos cierto que el Partido Comunista más grande de Occidente
y que había regado con sangre las acciones del Maquís,
reclamaba de inmediato su cuota de poder. Nuevamente mostró
su idea de La Francia.
Había que dialogar con sus componentes en un mundo que ya
se insertaba en los planteos apocalípticos de la Guerra Fría.
Muy diferente a La Francia de 1914 cuando no hubo una sola huelga
ni tampoco un solo voto en el Parlamento para oponerse a los créditos
de guerra. Conseguir esos mismos votos para la Guerra de Argelia
sería otra historia. Se necesitaba un Ejecutivo fuerte y
eso no era del gusto de un Legislativo históricamente revolucionario.
De Gaulle, educado por los Jesuitas belgas, amante -como Churchill-
de los Clásicos de la Literatura; admirador de la Comuna
de Paris y de aquella vieja clase obrera nacionalista, católica
y patriótica, fue capaz de cohabitar con los comunistas en
tanto se tratara de la reconstrucción de La Francia. Aprendió
a usar la televisión. La usó moderada e irrefutablemente.
Sin él no hubiera habido, incluso, un Mayo Francés.
Era un camino común y él logró que todos lo
recorrieran.
Finalmente, cumplida su labor, supo cómo y cuándo
retirarse.
Llamó a un plebiscito que, estaba seguro, perdería.
Se marchó nuevamente; esta vez a dejar sus huesos en Colombey
Les Deux Eglises. Dejó previsto y ordenado un sencillísimo
funeral. Todos los mandatarios del mundo convergieron en París
para rendirle honores póstumos en Notre Dame ante un catafalco
vacío cubierto con la bandera francesa. Una vez más,
no estaba presente; pero logró convocarlos a todos...
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